miércoles, 11 de febrero de 2009

MAURITANIA, EL VIAJE SOÑADO (parte 1)

Este viaje estaba soñado hace tiempo, hace años, desde que nuestros amigos fueron a vivir a Mauritania. Para nosotros era un país desconocido, como para la totalidad de nuestro círculo social y para la práctica totalidad de la gente de nuestro país. Una pena, porque probablemente la cultura de los mauritanos, los maures, los moros, se baña en las mismas fuentes que la de nosotros, los andaluces.
La primera dificultad ha sido conseguir pasajes razonables en el precio. Los destinos no turísticos para las masas, nunca más de diez o doce, son de difícil acceso. Dicen que la globalización nos ha traído la ruptura de fronteras culturales, pero no es cierto cuando intentamos acercarnos a lugares “no elegidos” por el mercado. Finalmente hemos obtenido boletos para el trayecto no sin antes orientar a las agencias con la información enviada por nuestros anfitriones.
Arena, burros, autos de lenta circulación y calidades extremas, o muy buenas o muy malas, pequeños tenderetes en las esquinas de anchas calles, enormes caserones junto a jaimas portátiles, son las primeras imágenes de este país que captamos en un corto paseo después de descansar plácidamente hasta media mañana.
Nos recuerda mucho al Sahara, a los campos de refugiados junto a Tinduf que visitamos hace unos años. Los rostros, la vestimenta, el adobe, las miradas extrañadas pero respetuosas. ¿Sería así la República Árabe Saharaui Democrática si hubiera obtenido la independencia en vez de entrar en un proceso de resistencia, guerra, éxodo y penuria?
El puerto de Nouakchott es un tremendo mar de embarcaciones. De largas esloras y pintadas de colores, dibujos y rótulos en árabe muy llamativos para nosotros, están permanentemente dispuestas en filas hacia el océano, generosísimo en pescado. Un fortísimo olor se extiende entre cientos de tenderetes, pero lo que más nos impresiona la miseria generalizada. Vamos paseando entre miradas que nos ignoran, necesitando vivir su ida sin distorsiones de turistas curiosos y ociosos. Caras con legañas, ropa muy sucia e insuficiente, basura en un suelo regado de escamas, burritos escuálidos y tristes jalando de carritos que parecen pesar cinco veces lo que ellos, adolescentes cargando cajas y mujeres apartando moscas de cien variedades de peces, algunos tan grandes como una persona. La imagen es dura, bulliciosa, dinámica, de esfuerzos enormes, de lucha por la supervivencia. Pero no nos ha parecido alegre, simpática, armónica, sino ansiosa, difícil, quizás traumática. Conocemos situaciones de pobreza, pero sería necesario un gran propósito de asepsia, de enfriamiento, para contemplar estas imágenes sin consternarse.
parte 1
enero 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario