jueves, 26 de febrero de 2009

CARNAVALEANDO EN TARIJA, BOLIVIA (1)

Apenas han dejado de oirse los sones de villancicos y adoraciones cuando ya nos inundan los sonidos carnavaleros. Se conocen los Carnavales de Cádiz o de Santa Cruz de Tenerife en España, el de Venecia en Italia, el de Río de Janeiro de Brasil o, al menos en Bolivia, el de Oruro, sin embargo, el Carnaval Chapaco, el de Tarija, la verdad es que era totalmente ignorado por nosotros.
Lo que más llama la atención es lo participativo que es este Carnaval. Todos tienen su espacio, espacios comunes para todo el mundo y espacios específicos para cada grupo, para niños y niñas, para mujeres, para hombres, para campesinos y para citadinos. Otra cosa es su longitud en el tiempo, pues el primer acto fue el 14 de enero.
Ese día fue el anuncio del Carnaval. Un buen grupo de cuarenta o cincuenta caballistas llegaban de las comunidades y los pueblos del noroeste de Tarija hasta la plaza principal. La mayor parte son campesinos y campesinas con su mejor ropa, aunque muy similar a la de trabajo. Y también se une algún señoritingo en su bello equino luciéndose y saludando a sus amistades que lo admiran, pero la verdad es que son los menos. Esto parece que se mantiene como una tradición popular, aún no muy contaminada por la burguesía tarijeña. Algunos llevan sus erques, instrumentos musicales de viento hechos con cuernos de bueyes y boquillas de caña, que suenan de forma repetitiva en un ritmo continuado y tono grave y muy intenso. Otros tocan la caja, un pequeño tamborcillo que se golpea con una baquetilla con la misma mano con la que se sujeta la caja, claro, con la otra hay que agarrar las riendas del caballo.
Junto a los caballos se forman enormes hileras de veinte o treinta danzantes, con sus trajes típicos, bailando al son de los erques, saltando sin parar, cogidos de las manos, hombres y mujeres alternativamente, dibujando ruedas, espirales o curvas permanentes, que se hacen y deshacen constantemente.
Es todo un espectáculo, que quien puede (pues es día laborable, aunque no lectivo) se acerca a admirar, aplaudiendo, comentando y disfrutando del espectáculo. No falta el vino, la cerveza, y, en el campo, antes de montar en el caballo, la chicha, ese famoso fermento de maíz de baja graduación, tan tradicional y ancestral como el mismísimo Tata Inti, o Dios Sol de los quechuas.

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