(La promesa de un ordenador para cada niño/a en los centros escolares provoca muchas reflexiones, ésta es una de ellas)
Es habitual que mi hijo traiga deberes a casa. Después de cinco horas diarias en el centro escolar, estando académicamente entre los más destacados de su grupo, arropado por un ambiente sociofamiliar donde la lectura, la escritura y el estudio son habituales, a pesar de todo eso, debe hacer deberes casi a diario, al menos una o dos horas diarias. Fui a hablar con su profesora y me dice que no observa una dificultad especial, todo va bien, nada de qué preocuparse. Pregunto por sus actitudes y comportamientos sociales, pero sólo responde por las actividades académicas. Lo comento con otras madres y me dicen que sus hijos/a traen igualmente tareas para casa, incluso que deben pasar casi toda la tarde realizándolas.
La escuela se ha convertido en un espacio de producción de ejercicios cognitivos, una pequeña fábrica de datos y adiestramiento manual y mental para luego arrojar los productos a la basura. Ése es el destino final de los múltiples cuadernos que rellena el alumnado cada año, al terminarlo o pasadas algunas gestiones escolares, cuando no hay ya espacio ni interés por almacenarlo. Lo social se relega al tiempo de recreo o a la clase de educación física, a la tarde que queda con padres y cuidadores de todo tipo (monitores/as, catequistas, empleadas, abuelos/as, etc.), fines de semana y vacaciones. No está mal, puede ser el 50% del tiempo.
El otro 50% es tiempo de educación formal, escolar. El profesorado acumula los saberes y el conocimiento de la metodología para transmitirlos. Las críticas que soportan se centran en el trato individual y puntual a los/as hijos/as, aquello que afecta a “mi niño/a” (“la profesora le tiene manía”, “el maestro chilla mucho”, “el de educación física está siempre enfermo”, etc), pero poco se insiste en los métodos, poco se implican otras instancias en la labor educativa de la escuela. Y no por respeto o por celo profesional, sino porque no parece que haya otra alternativa.
Lejos queda la posibilidad de que las familias colaboren con el profesorado en la organización de actividades y en la presión para la mejora educativa, se solidaricen con la institución escolar para el avance en métodos, dotación de equipamientos, ampliaciones de aulas o de plantillas, para que el proceso educativo se enriquezca de manera integral.
La escuela debería retomar su sentido etimológico inicial de recreo, descanso, divertimento, abandonando el que posteriormente fue tomando como lugar de instrucción, de enseñanza. Debería asimilarse, para la infancia (para los adolescentes es otra cuestión, orientada a la investigación y la producción), a la función de ludoteca, de espacio de encuentro, de juego, de incentivación del aprendizaje autónomo, a través de la creatividad, del descubrimiento significativo personalizado, de la diversión orientada por facilitadores/as educativos que amenicen, ofreciendo posibilidades de actividad individual, grupal y colectiva.
Imaginemos unos espacios cercanos a nuestras viviendas, enclavados en el barrio, en la aldea, en el pueblo, para grupos de no más de ochenta o cien niños/as de diversas edades, identificado con su entorno cultural y biofísico, con accesibilidad total para toda discapacidad motora y sensorial, para toda diversidad cultural y étnica, para todo credo o religión, comunicado fácilmente para la población cercana. Donde se hable el mismo idioma, con el mismo acento, con similar lenguaje que el de los niños, niñas y familias. Sin maestros/as ni educadores/as sino con facilitadores/as que animan y ayudan, que orientan e incentivan, que acercan el conocimiento, las habilidades y, sobre todo, las actitudes socializadoras a la comunidad. Donde el horario sea flexible y abierto, habiendo un margen suficiente para entrar y para salir. Donde el espacio esté abierto y no vallado, con muchas entradas y salidas, quitando sensación de cerrado, de hermético. Que se asemeje a la calle, al barrio, al espacio natural donde esté enclavado, no esté tan “adaptado” que se convierta en una burbuja de superprotección, aséptico y esterilizado, para que los chicos/as no aprendan a andar, a autoprotegerse, a resolver sus necesidades, a salvar dificultades.
Los espacios interiores no deben estar estandarizados, como no lo están nuestras viviendas, las calles, los países, la naturaleza. No deben ser aulas, con sillas de difícil traslado, sino asientos de uso múltiple, que ahora se puedan colocar de dos a dos, luego se use individualmente y después se agrupen para la asamblea. Los materiales a la mano, como los libros en las bibliotecas actuales, y no como en las antiguas, metidos en estantes bajo llave. Los rincones bien organizados para su buen uso, con sus peculiaridades y especialidad. Uno de matemáticas por allí, con calculadoras, pizarras, ábacos, regletas, juegos de calcular, figuras con forma de número, palillos, reglas, compases, metros, pesos, etc. Otro de lenguaje con libros, cuadernillos, letras gigantes, juguetes de palabras, diccionarios, enciclopedias visuales, etc. Otro del entorno sociohistórico con atlas, globos terráqueos, mapas actuales e históricos, planos del barrio, de los alrededores de la escuela, de la ciudad, con cuadernos e investigaciones hechas por otros/as niños/as que anteriormente pasaron por allí, etc. Otro sobre el entorno econatural con fotografías de paisajes cercanos, rutas de paseos naturales, dibujos sobre la naturaleza humana, juegos de anatomía, sencillo laboratorio, microscopios, lupas, etc. Y otros más que vayan surgiendo de las necesidades expresadas por las familias y los/as niños/as, ya sea sobre las elecciones que se van a celebrar dentro de poco, sobre la playa que van a visitar en unos días o sobre una enfermedad que ha sufrido una persona cercana. Y todos ellos dotados de materiales para la creación, herramientas para el aprendizaje, papel (reciclado y reutilizado), bolígrafos y lápices, pizarras y tizas, algún ordenador e impresora, revistas, libros, periódicas, colores, disfraces, etc. Serían rincones como espacios tematizados, que se cambian periódicamente, para atraer la atención, para actualizar lo ofrecido.
Los tiempos serían de uso libre, con oferta permanente de talleres como dinamizadores del aprendizaje, con facilitadores/as que ofrecen un nuevo descubrimiento, la creación de una poesía, el control de una operación matemática, el conocimiento del aparato reproductor o la teatralización de una época histórica. Pero de asistencia voluntaria, incentivada, animada, no obligatoria. Todo el tiempo para jugar, para intercambiar opiniones, ideas, para resolver curiosidades y conflictos, para aprender a interactuar, a cooperar, a solucionar problemas. Con llamadas diarias a la asamblea para planificar el día, dar a conocer nuevas ideas, enjuiciar comportamientos contra la convivencia colectiva, normativizar colectivamente lo indispensable, evaluar experiencias, sistematizar lo avanzado. Donde los niños y niñas se acostumbren a dialogar, a conocer la fuerza de lo social, de la organización, escuchen a otros y se escuchen a sí mismos/as, participen y delimiten competencias y funciones. Con tareas comunes de mantenimiento de los espacios, responsabilidades en actividades concretas, funciones organizativas, cobertura de sus necesidades esenciales (desayunos, almuerzos, meriendas, higiene personal, limpieza, orden, etc.).
Un espacio abierto y libre utilizable para la comunidad, donde participen organizadamente, según las necesidades, los/as abuelos/as, los/as comerciantes del entorno, los/as dirigentes y líderes, la sociedad real, rompiéndose ese cerco que los colegios tienen con respecto al resto del mundo. Donde los paseos y salidas educativas sean habituales y parte del proceso cotidiano de aprendizaje, semanales, a lugares de uso social, a la tienda del barrio para estudiar los precios, la colocación de mercancías o aprender a sumar y restar comprando y vendiendo, al parque cercano para saber usarlo adecuadamente, al museo del centro, al centro cívico para conocer su oferta, al ambulatorio, la plaza del barrio o el pueblo, las calles recién restauradas o las últimas obras de mejora del saneamiento. Todo aquello que importa a la comunidad, que es casi todo lo que acontece alrededor. No está mal visitar una ciudad lejana, hacer un viaje de varias horas, pero no es necesario si lo que queremos es conocer nuestro entorno para participar en él, para saberlo nuestro, propio, para mejorarlo, para vivir bien. Ya no serían excursiones, pues no representarían salir al exterior, pues serían encuentros con nuestros propios espacios, nuestros lugares habituales de vida.
Una escuela para jugar, para crecer, para desarrollarse cada cual a su ritmo, teniendo en cuenta al grupo, a la comunidad, junto con el entorno, diversificando métodos, espacios, tiempos, en libertad, responsabilidad social, organización y funcionalidad. Una escuela viva, cambiante, dinámica, activa, adaptada, accesible, abierta, permanentemente nueva, útil y práctica.
lunes, 1 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
voy a 1º de eso y me ponen deveres de alternativa y como me da palo pensar vusco respuestas por internet.
ResponderEliminar... Yo hago 3ºde eso, y llegué a casa a las 17:40(mi horario escolar es hasta las 17:30..) y estuve desde las 17:40 hasta las 20:40 haciendo deberes, para mi no es justo nos pongan tantos...
ResponderEliminar