sábado, 23 de mayo de 2009

LA DIFÍCIL CORRESPONSABILIDAD DOMÉSTICA Y M/PATERNA


(sobre la igualdad entre mujeres y hombres)

Todo comienza desde bien pequeños/as. A las chiquitas planchas de juguete, cocinitas y juegos tranquilos, a los chiquitos balones, coches y juegos dinámicos. Al llegar a la segunda infancia, a los 7, 8 ó 9 años, cada cual hace su grupo sexuado, las relaciones entre ellas y ellos son menos cotidianas, las distinciones van agudizándose, las falditas y zapatitos van diferenciándose aún más de los chandals y las botas con tacos. Las muchachitas ven a sus mamás y las ayudan a las tareas de casa. Los muchachitos imitan a sus papás y comparten fútbol, televisión y telemando. Y ay de aquél que trate de romper el esquema pues pude ser discriminado, insultado o apartado del régimen establecido.
Cuando son adolescentes, ambos sexos disminuyen su participación en el cuidado de la casa y de los más dependientes de la familia, pues ya no es como antes que las jóvenes se unían a sus progenitoras en el mantenimiento familiar, pero al independizarse o emparejarse de nuevo se repiten los tópicos.
Las mujeres, además, tienen menores y peores oportunidades de empleo. El desempleo es casi el doble que el de los hombres, pero la temporalidad, parcialidad, inseguridad y precariedad es mucho peor. Las posibilidades de promoción son menores, por el sexismo reinante y la formación previa sectorizada y promocionada en ocupaciones de cuidado y servicio, si no subalternas y reproductivas.

Aún suponiendo que la pareja se plantee con sinceridad la corresponsabilidad doméstica, estén convencidos de ello e intenten ponerlo en práctica, la dificultad es enorme por las cargas ya existentes. Es muy difícil, si no una heroicidad, cuidar del hogar al 50% cuando la dedicación al trabajo no es del 50%, cuando los conocimientos y la experiencia previa no son al 50%, cuando el sistema de distribución de roles de género no es al 50%, cuando las exigencias sociolaborales no son al 50%.
La cosa se complica cuando llega la prole. La baja maternal rebaja, normalmente, al 0% la exigencia de dedicación de las mujeres al mundo laboral externo (del interno, del doméstico, no se libra, es más, se intensifica), lo que supone la excusa perfecta para que la mamá realice muchas más tareas que el papá, que “tiene que levantarse temprano”, “¿cómo voy a dejar que él cuide del/la bebé en la noche cuando tiene que ir al trabajo por la mañana?”. Pasados unos meses de atención mayoritariamente materna, desequilibrada y, en muchos casos, obligadamente por el amamantamiento, el recién nacido no se calma sino junto a ella. Cuando comienza a hablar, por la noche, llama a mamá y no a papá, que “ni se entera cuando el/la niño/a llora”. “No quiere el biberón cuando se lo da él”, dicen algunas madres, incluso con cierto orgullo.

Como conclusión, siendo concientes del punto de partida, del carácter discriminatorio del sistema en que estamos aquí y ahora, de las dificultades para un comportamiento alternativo, de la falta de referencias y de promoción de la corresponsabilidad familiar cotidiana, estamos obligados a buscarla, a iniciar la senda de la igualdad en el mundo doméstico.
Sería perfecto trabajar media jornada cada uno/a (aunque suponga limitación del consumo y/o el gasto), compartir la baja paternal-maternal, pedir vacaciones, permisos o excedencias para equilibrar los tiempos de dedicación, distribuirse las tareas por igual para gozar de tiempos individuales para la promoción laboral, el estudio o la asistencia a reuniones, cursos o jornadas, rotarse los días y las labores de casa para no especializarse,...y otras mil estrategias prácticas y realistas que nos lleven, acerquen o inicien a la corresponsabilidad doméstica y m/paterna.

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